Aunque en el mundo musical se le conoció como Pete "El Conde" Rodríguez, su nombre de pila es Pedro Juan Rodríguez Ferrer, iniciado en las lides artísticas como Pete Rodríguez. Su influencia musical la recibió de su padre, quien tenía un grupo en Ponce llamado El Gondolero. Desde los seis anos tocaba el bongó y se paseaba cantando los boleros de la época. Tras la muerte de su padre, cuando tenía 13 anos de edad, en 1946, se marcha a Nueva York por insistencia de su madre, Anatilde Ferrer. Estuvo en el ejército de Estados Unidos y participó de la unidad de paracaidistas.
"Cuando me gradué de high school ya yo estaba buscando mi puertorriqueno, tratando de buscar con los grupitos (musicales) que estaban empezando. (Entonces) caí en el ejército, en North Carolina, e ingresé a la división de paracaidistas porque me gustaban cómo se veían, con botas brillosas y el uniforme se lo hacían sastres y tenían una cosa que se creían que podían dominar el mundo. Eran embuste, pero ellos se lo creían.
(En el ejército) era difícil por el racismo, se la hacían difícil a uno. Yo hacía 12 anos que no veía a mi primo y cuando llegué a Fort Bragg a verlo, (al momento de comer) tenía que cruzar el tren para ir con los negros y él comía con los blancos. Yo no estaba acostumbrado a eso. Yo podía ir a una tienda a comprar ropa, pero no podía usar la pluma para beber agua o el bano (que usaban los blancos)".
En el ejército me hice paracaidista para ensenar que el puertorriqueno podía hacer lo que hacía el anglosajón… de tirarme de un avión aunque le tenía miedo a la altura, me daba vértigo. Y me dieron respeto porque era de Puerto Rico, yo quería que el americano supiera que el puertorriqueno tenía envergadura".
A finales de los anos 50 también trabajó con la orquesta Broadway, de la que se marchó para trabajar junto a Johnny Pacheco, el 5 de mayo de 1962, en sustitución del cantante Rudy Calzado. En la orquesta de quien más tarde se convertiría en su compadre interpretó charangas y compartió escena con los vocalistas Vitín López y Elliot Romero. En la banda de Pacheco, El Conde aportó su tono de voz de sonero experimentado, curtido en la escuela de Benny Moré, que hacía juego con el concepto de "tumbao anejo" que tenía la orquesta, destacada por su interpretación de charangas y sones.
Al lado del destacado flautista formó un binomio musical que el público reconoció como fórmula ganadora, y junto a él -su entranable amigo- grabó para el recién creado sello discográfico de la Fania, luego de haber trabajado dos discos para el sello Alegre: "Suavito. Pacheco y su charanga, Vol. IV" (1963) y "Spotlight on Pacheco. Pacheco y su charanga, Vol. V" (1963). Su primer álbum con Pacheco, bajo el sello de Fania, fue "Mi nuevo tumbao… canonazo" (1964). Luego llegó el disco "Pacheco en la feria mundial de Nueva York", seguido con "Por demanda popular" y poniendo fin a la primera etapa en la unión de ambos artistas.
La razón del rompimiento se debió a los conflictos suscitados entre El Conde y el nuevo vocalista de la agrupación, el cubano Monguito Santamaría, según él mismo contó en una entrevista realizada por el periodista Jaime Torres Torres, de El Nuevo Día, y el coleccionista e historiador Robert Padilla, transmitida por Radio Sensación, en octubre de 2000.
"En 1964 vino un cantante de Cuba que se llamaba Monguito y él cantaba los números de Miguelito Cunín y yo no me llevaba con él y me fui con (la orquesta) Sensación, en 1965. Cuando Monguito se fue de Pacheco, se le fue el humo de la cabeza y me buscó, porque no tenía a nadie", narró el sonero.
Inmerso en las luchas sociales y políticas que emergieron en Estados Unidos a finales de la década del 60, El Conde, como sena de protesta y solidaridad, optó por dejarse la barba, sumándose a los reclamos reivindicativos de los negros y las minorías étnicas que vivían en ese país. Así va construyendo su nueva imagen, que da paso a su apodo de El Conde, bautizado así por su barbero.
En 1966 regresa a la orquesta de Pacheco para reiniciar una nueva temporada musical. Es entonces cuando surgen los éxitos más difundidos y resonados de la pareja: "Convergencia", "Soy hijo del Siboney", "Azuquita mami", "La esencia del guaguancó", "Sonero", "Shalom Malecum", "El negro Panchón", "Primoroso cantar" y "Víralo al revés".
Luego, en 1974, El Conde decidió abandonar la orquesta de Pacheco para lanzarse como solista, dando inicio a una nueva etapa en su vida musical con la producción de un disco homónimo, dirigido por su compadre, y que incluyó los temas "Los compadres", "Blanca paloma", "Perdón y olvido", "Un toque pa' Yambao", "Soy guajiro de verdad", "Babaíla", "El Conde Negro", "Fiesta en el cielo", "Sombras que paso" y "Lo que quiso Dios".
En 1976 publicó su segundo álbum en solitario, "Este negro si es sabroso", en el que grabó una de sus canciones más famosas, "Catalina la O", además de "La abolición", "Cuando estoy contigo", "Se vende un corazón", "Sentimiento", "Tumbakutún", "Amor perdido", "Pueblo latino" y "Guaguancó de amor". En 1978 grabó el disco "Un toque de clase", seguido de "Soy la ley" (1979), para luego reencontrarse con su compadre en la producción "Celia, Johnny and Pete" (1980).
Su última presentación en Puerto Rico, tres semanas antes de fallecer, fue para celebrar la producción del álbum "Masterpiece", en el anfiteatro "Tito Puente" de Hato Rey, y en el que se recogen los últimos temas que grabó el afamado "Rey del Timbal" junto al músico Eddie Palmieri. Quien fue una de las figuras cimeras del género salsero, y el primer cantante de la Fania, muere la madrugada del sábado 2 de diciembre de 2000, en su residencia de Nueva York, víctima de un infarto, cuando sólo contaba con 67 anos de edad.
Con el advenimiento del nuevo sonido urbano de la salsa, El Conde se coronó como un digno representante del sentimiento latino, interpelando el espíritu de solidaridad de esas comunidades como recurso de defensa y sobrevivencia social, como sucede en su interpretación de "Pueblo latino".
Fue el delegado salsero del mulataje inquieto cimarronero. Sobresalió entre sus companeros por su virtuosismo en el arte de la improvisación sonera y por su capacidad para cantar lo mismo un son montuno, que una guaracha, un guaguancó y un bolero. Hoy, es una leyenda para los intérpretes de la música salsa por ser una de las mejores voces del son, destacado por su forma de cantar aplomada y sabrosona, de timbre provocador y con un genuino conocimiento del arte interpretativo, más atinado a las expresiones sonoras de Cuba.
El Conde innovó con el uso del güiro en las orquestas de la época, tocándolo diferente a la forma tradicional, reemplazando al cascareo de los timbales. Bailaba, cantaba y tocaba maracas a la vez, con ritmo y clave.
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